sábado, 25 de julio de 2009

Pounamu y Te Pito Kura


Según la filosofía de los maori, las piedras tienen atributos absolutamente humanos.
Tienen fortalezas y debilidades humanas como podemos ver en el mito de la génesis de la piedra de la Paz: Dos piedras machos se enamoraron de una piedra hembra. Ambos pelearon por la hembra, la querían para si, ninguno quería abandonar su propósito.
Gran agitación se produjo en la carpa celestial, una tensión insoportable se iniciaba.
Cuando entonces los dioses decidieron terminar con esta situación.
Transformaron a una de las piedras machos en una maravillosa piedra enviándola abajo, hacia la madre tierra, hacia Aotearoa. Lo nombraron “Pounamu”.
Es la piedra enviada por los dioses, la piedra de la paz…Desde este momento los antepasados maori viajaron por el inmenso Océano Pacifico en busca de la piedra de las piedras, la piedra que crearon los dioses. Al llegar a las costas de Aotearoa (Nueva Zelanda) y al río de la gran “energía”, encontraron la piedra, la piedra que crearon las estrellas. Su búsqueda había terminado, esta era la piedra que reflectaba los colores del agua, de los bosques y del cielo. La tomaron en sus manos, sintieron su energía, su fuerza para curar hombres y tierras.
Así entonces hacer nacer en todos los hombres el hijo de la Paz…
Según cuenta la leyenda, la piedra redonda ubicada en el Ahu Te Pito Kura fue traída por el legendario rey Hotu Matua desde su tierra natal Hiva.
Desde su interior irradia el poder espiritual de sus ancestros…”Mana”.
Dice también la leyenda que en el ahu Te pito Kura, cada cierto tiempo se reunían los Maori (sacerdotes), Taotes (curanderos) y un jefe Matatoa (guerrero). Donde elegían entre los jóvenes a los nuevos matatoa o maori.
Quien levitara la piedra seria maori y quien la moviera usando la fuerza seria matatoa.
Como anécdota en la actualidad, si pones sobre la piedra un reloj de maquina este se detiene, o si pones una brújula esta se desorienta.
También se dice que si una mujer se sienta sobre la piedra central, aumentara su fertilidad y sensualidad.

viernes, 3 de julio de 2009

Polinesios en el Sur de Chile


Desde hace mas de un siglo, estudiosos han propuesto contacto traspacíficos con distintas culturas de la América precolombina, a partir de la observación de paralelismos en una larga lista de rasgos culturales. Hasta ahora no había sido posible discriminar de manera concluyente si se trata de desarrollos independientes, o son préstamos derivados de alguna clase de contacto. El hallazgo en Arauco de rasgos de gallina con ADN polinésico, en un contexto prehispánico, se transformo en la primera prueba científica para esta antigua idea, pero hay más. Visto el tema desde Rapa Nui, no es posible olvidar la figura de Thor Heyerdahl, quien defendía obsesivamente una idea contraria, que hasta la fecha no se ha podido comprobar. En verdad la única presencia en Polinesia son el camote y la calabaza, y cada vez parece más seguro que fueron exploradores polinesios quienes las trajeron de vuelta. Eran ellos quienes estaban explorando hacia el este, y es lógico pensar que el mismo proceso explosivo que trajo a algunos hasta Rapa Nui llevo a otros mas al sureste, donde no hay otra tierra que el continente. Ese era el territorio de algunos Mapuches, entre Concepción y Chiloé. Normalmente, la estrategia de exploración de algunos polinesios era avanzar en Zigzag contra el viento, de manera que si no encontraban tierra en el límite de su capacidad, pudieran volver rápidamente a casa. Durante el fenómeno de El Niño todo se transforma,

Y el viento sopla directamente hacia el sureste. En este caso, un catamarán polinésico podría llegar al sur Chile. En el hemisferio sur, la circulación de la gira en contra de las manillas del reloj, quedando Rapa Nui en el centro. Para viajar al sur de Chile desde el centro del pacifico, es necesario tomar una ruta más al sur, tal como lo hicieron unos prisioneros que escaparon de Tasmania en el año 1834. La corriente los llevo directamente hasta Chiloé, en 43 días. Entre los rasgos “polinésicos” que se han descrito entre los Mapuches del centro-sur de Chile, se cuentan objetos tan intrigantes como las clavas, que no tienen un contexto seguro, pero también una serie de paralelos lingüísticos como la palabra toki, y también rasgos físicos, que no se habían evaluado hasta la fecha, a pesar de los rasgos físicos polinésicos fueron descritos en cráneos indígenas de la Isla Mocha, en el año 1903. Entre esos rasgos se incluyen costumbres como el curanto, pero los datos arqueológicos en Chiloé lo ubican miles de años antes que existieran los polinesios en el Pacífico. En Chiloé creen que una serie de otros elementos pueden ser de origen polinésicos, como la dalca, una canoa de tablas cosidas que solo se conoce entre los Chumash de la costa de California, y entre los polinesios. Hace poco, se planteó que la canoa de tablas cosidas de California es producto del contacto polinésico, desde Hawaii. Unos de los ingredientes que se había mencionado como posible evidencia del contacto polinésico, en el Sur de Chile era la gallina araucana prehispánica. Los propios españoles se sorprendieron de encontrar gallinas en América, pero no había sido posible aclarar su origen. Hace poco más de 20 años, después de un primer viaje a la isla como miembro de la expedición del Museo Kon Tiki, y del primer contacto con el propio Heyerdahl, surgió la necesidad de revisar todos los elementos supuestamente polinésicos entre los Mapuches. Resulto un catalogo muy interesante de materiales, pero no había evidencia concluyente para probar ninguna hipótesis. Quince años después, a propósito de un contacto con la Dra. Lisa Matisoo – Smith de la Universidad de Auckland, que estudia como se movieron los antiguos colonizadores del Pacifico a través del ADN de los ratones que transportaron como alimentos, surgió la idea de buscar huesos de gallinas en sitios arqueológicos del sur de Chile. Era el momento justo. Unos colegas ya los habían encontrado, aunque entonces no se dieron cuenta de su importancia. Aparecieron en un conchal de Arauco, fechado entre el 1300 y el 1400 DC, antes de la llegada de los españoles. Los huesos fueron procesados por Alice Storey, alumna de doctorado en la U. de Aucklan, dedicada específicamente a las gallinas a través del Pacífico. Después de algunos meses, la gran noticia: el ADN de esos huesos eran idéntico al de gallina de Tonga y Samoa. Unas plumas de gallina araucana actual también mostraron ADN polinésico, y luego se confirmo la fecha prehispánica sobre los huesos mismos. La gallina araucana había llegado en catamarán, desde Polinesia. Finalmente se pudo comprobar que algunos polinesios llegaron al sur de Chile, pero lo más interesante viene ahora: ¿se quedaron, por cuanto tiempo, dejaron descendencia, volvieron a casa, pidieron ser ellos los que trajeron de vueltas la calabaza y el camote? Habría que contrastar esas antiguas referencias sobre los propios huesos humanos. La evidencia física está apuntando claramente a la presencia de polinesios en el sur, más aun, al mestizaje. Es decir de esos exploradores llegaron, y se quedaron para siempre. Junto con sus genes, algunas de sus ideas pudieron ser incorporadas a la cultura de los anfitriones. Es posible que algunos quisieran volver a casa, pero la corriente de Humboldt los habría llevado hacia el norte, a lo largo de la costa de Chile. Casualmente, podría haberse liberado a partir de la latitud de las islas Salas y Gómez, desde donde podrían intentado volver a la tierra ancestral. En esas latitudes, ya pudieron encontrar calabazas y camotes…

En el futuro, nuevas evidencias permitirán comprobar algunas hipótesis pero, sobre todo, surgirán nuevas preguntas.